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Continuamos nuestro paseo por la historia del abanico adentrándonos en la austera edad Media para acabar en la rica corte de Catalina de Médicis ya en la edad Moderna.
Durante la Edad Media los abanicos en Europa, seguían siendo verdaderos flabelos de plumas de pavo real, avestruz, papagayo, faisán, etc, sujetas a un mando de oro, plata, o marfil y se habían convertido en uno de los comercios mas lucrativos, desde el levante español eran exportados a Roma, Venecia y otras ciudades italianas. La catedral de Monza conserva el flabelo de la reina Teodolinda, casada en el 558 con Ontorio, rey de los Lombardos; de plumas pintadas y montadas sobre mango de metal esmaltado.
Posteriormente los abanicos usados en ceremonias religiosas, pasaron a ser de oro o plata labrados ricamente por maestros orfebres.
En las cortes europeas están documentados a partir del siglo XII y los primeros debieron ser de tipo flabelum o de bandera, llegando posteriormente los plegables a través de los portugueses y el comercio que establecieron desde Goa su enclave oriental. Los retablos y miniaturas de los siglos XIII y XIV muestran damas teniendo en la mano grandes abanicos
En el inventario de Carlos V (1338-1380), rey de Francia, se cita un abanico redondo con el mango de marfil, y en los listados de su servidumbre se incluyen: dos abanicadoras para refrescar a su majestad durante las comidas.
Durante los siglos XIII y XIV las damas de la corte francesa conocían y usaban con asiduidad abanicos tipo flabelum que fue inicialmente conocido como espantamoscas o para evitar los malos olores ya que los hábitos de higiene no eran tan «sofisticados» como ahora. A los abanicos plegadizos llegados después de oriente les llamaban esventadoir.
Pero lo que inicialmente fue un objeto exótico pasó a ser una moda gracias a la intervención de la reina Catalina de Médicis (1518-1589) quien lo incorporó a su vestuario en las grandes recepciones y actos palaciegos, alternando el abanico plegado con el circular de plumas y con el que se asemejaba a una bandera; lo que supuso su gran difusión en las cortes europeas; como demuestran la multitud de retratos de mujeres en las que vemos cómo el abanico ha pasado a ser una pieza fundamental de su vestuario.
Catalina de Médicis se ocupó de importar abanicos de forma circular orlados de plumas desde Italia. A lo largo de su vida pudo ser testigo del tránsito del aventador al abanico de pliegues, y a su muerte ocurrida en 1589, se encontraron entre sus legados 5 abanicos de piel.
Pero fue su hijo Enrique III de Francia quien lo puso de moda en la corte francesa como algo refrescante, a la vez que un accesorio exquisito y novedoso, dado que se cuenta el era un afeminado príncipe al que le agradaba en extremo el abanico, influyendo en este sentido sobre los caballeros que formaban su séquito.
Provocó un notable auge y difusión del abanico a finales del siglo XVI. En el resto de cortes europeas, teniendo en cuenta que tanto los españoles, ingleses, holandeses y portugueses fueron abriendo las rutas comerciales con Oriente es de suponer que el abanico fuera un objeto conocido.
La obra satírica titulada “La isla de los hermafroditas“, que describe la corte de Enrique III (1551-1589) dice:
“Llevaba en su diestra un instrumento que se plegaba y desplegaba, obedeciendo tan sólo a la presión de un dedo; se le llama abanico. Era de pergamino recortado con extraordinario cuidado y delicadeza, rodeado de un encaje del mismo material. Lo suficientemente grande para ser usado como sombrilla para evitar la radiación solar, proporcionaba al abanicarse agradable fresco al delicado cutis. Cada una de las personas que pude ver en otros salones tenía también un instrumento fabricado de la misma tela o tafetán con encajes de oro o plata semejantes al mencionado. ”
Pero la época de máximo esplendor fue durante los reinados de Luis XIV y Luis XV, en donde eran complemento indispensable en el vestuario de una gran señora. Se utilizaban materiales de auténtico lujo, como piedras preciosas, tafetán de Florencia , oro y metales preciosos.
Pero eso lo veremos en el siguiente capítulo próximamente….. mientras os dejo con la gran Catalina de Médicis y nuestro ya clásico modelo «Albaicín mediterráneo»
¡Un cuadro digno del Museo del Prado!
¡Feliz martes!
Fuentes: Biblioteca nacional de Maestros y Museo del Traje (Madrid).
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